El chico por aquel entonces había aprendido mucho acerca de la vida. En sus 16 años, se había llevado muchos palos, había aprendido a valorar las cosas y a saber lo que significaba el esfuerzo. Intentaba no tenerle miedo a nadar, a saber estar en cada situación, aunque en algunas veces unos pequeños ataques de locura le invadían por dentro.
Pero aquel día fue especial. Aprendió a ser mas persona, a saber que en esta vida cada uno tiene que sacarse las castañas del fuego, tiene que saber solucionar sus problemas, aunque mejor si es con ayuda de los demás. Aprendió a que a veces el ser formal no es bueno, y que alzar la voz o gritar por exigir sus derechos y defender sus ideas no estaba mal.
Sintió miedo al pensar lo que podría pasar si ponía en público sus ideales, si daba a conocer lo que él pensaba. Pero reflexionó; se dio cuenta de que cada vez que alguien hablaba en su nombre y él callaba, perdía un trozo de ‘su propio yo’.
Desde aquel instante su vida volvió a girar, volvió a cambiar en otro sentido. El chico sentía que cada día era más fuerte, que cada día sabía enfrentarse a más situaciones, y eso le hacía sentirse feliz.
(…)
Se puso sus cascos, su canción preferida a todo volumen, y se dejó perder en la música…
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